Las encuestas son usadas como medio de presión para querer imponer las ideas de un grupo en un proceso electoral, como lo hace el equipo de Delfina Gómez en el Estado de México

Miguel Camacho | Twitter: @mcamachoocampo

En México estamos inmersos en un ambiente electoral, en el Estado de México y Coahuila se elegirá nuevo gobernador; las “corcholatas presidenciales” hacen lo posible por ganar la gracia del gran elector, el presidente López Obrador. Mientras en la acera de enfrente, los opositores a la 4T luchan, sin mucha suerte, por armar un bloque que haga frente a los partidarios del actual gobierno.

Como en toda época electoral que se precie de serlo, no puede faltar el catálogo de encuestas, para medir la evolución de las preferencias electorales. Las tenemos de todos colores, olores y sabores. Sin embargo, estos instrumentos han perdido mucha de su influencia debido a errores de interpretación, de metodología, manipulación de resultados y a lo que los expertos en comunicación llaman la espiral del silencio.

En la actualidad los equipos de campaña han perdido de vista la esencia de las encuestas, que es tomar una fotografía del momento, que servirá para tomar decisiones sobre el camino a seguir y conseguir el objetivo de que nuestro candidato sea electo para el cargo que se postuló.

Incluso son usadas como medio de presión para querer imponer las ideas de un grupo en un proceso electoral, tal como lo pretende hacer el equipo de Delfina Gómez en el Estado de México. Como ejemplo las declaraciones que Higinio Martínez hizo a Ciro Gómez Leyva y que cité en mi colaboración pasada (Los miedos de Delfina):

“No es quien va perdiendo quien marca la agenda. Creo que sólo ella y su partido tienen la preocupación de hablar de debates, cuando nosotros, con la maestra Delfina al frente, estamos trabajando la propuesta, organizando la campaña y organizando la estructura electoral que nos va a permitir que no se repita el fraude”.

Hacer una encuesta no es nada fácil, se necesita seguir una metodología sumamente rigurosa, que demanda una serie de cálculos estadísticos e incluso económico-sociales para tener una muestra confiable. No nos podemos parar afuera de una estación del Metro o en la puerta de un mercado, porque nuestros resultados únicamente tendrán validez en la zona en que realizamos el levantamiento y no podríamos generalizar.

Claro está, tenemos dentro de este catálogo de “asegunes” las manipulaciones de los resultados, las cuales no necesitan explicación. Encuestadoras sin ética realizan trabajos para dejar contentos a los clientes, o también hay partidos que manejan los resultados de las encuestas para favorecer sus intereses.

Por último, pero no por eso menos importante, quisiera hablar de lo que los estudiosos de los fenómenos de opinión pública han llamado la “espiral del silencio”. Este término fue acuñado por la politóloga y periodista alemana Elisabeth Noelle-Neumann.

Noelle-Neumann señala en sus estudios: “Los grupos que piensan que sus opiniones ganan el apoyo de la mayoría expresan con seguridad sus opiniones al público, sin temor al aislamiento. Los que creen que sus opiniones pierden partidarios guardan silencio, haciéndose más cautelosos… El primero de los grupos aparenta tener más partidarios de los que realmente tiene, mientras que el otro da la sensación de tener menos de los que en verdad le corresponden. Esto, a su vez, induce a la gente a adherirse a la opinión que parece más sólida…”

¿Cómo se traduce lo dicho por Noelle-Neumann en los resultados de una encuesta electoral? Pongamos por ejemplo las elecciones en el Estado de México. Si un encuestador llega a una casa dónde hay beneficiarios de los programas sociales de la federación, es muy probable que conteste que apoya a Delfina Gómez, aunque las propuestas de la candidata para la entidad no sean de su agrado y el día de los comicios vote por Alejandra del Moral.

Lo mismo puede suceder si un encuestador llega a una casa donde hay beneficiarias del salario rosa, quien responda puede pensar que si no manifiesta su apoyo a Alejandra del Moral puede perder el beneficio. Al encuestador le manifiesta su apoyo a Del Moral, aunque el día de los comicios vote por Delfina Gómez.

Ese silencio, provocado por nuestro miedo a ser marginado del grupo social, hace que las encuestas perdieran su carácter de predicción y que cobre importancia lo que me dijo un coordinador regional de la campaña de Alejandra del Moral: “Las encuestas no votan… Hay que convencer a la gente casa por casa”

EN EL TINTERO

Quiero manifestar mi más profundo agradecimiento a Raúl García Araujo y a todo el equipo de Dominio Público por este espacio, que esta semana cumple un año… Gracias por aguantarme y darle cabida a mis pensamientos y reflexiones desordenadas.  Muchos años más para Domino Público.