A tres años del feminicidio de Isabel Cabanillas de la Torre las autoridades le dicen a su madre que no saben qué pasó. No hay detenidos

Itzel Cruz Alanís | Twitter: @i_alaniis

Se llamaba Isabel Cabanillas de la Torre y tenía 26 años, dos menos que yo. Era la mayor de sus dos hermanas.

Hasta 2020 vivíamos a casi 2 mil kilómetros de distancia, pero compartíamos algo: las ganas de cambiar el mundo, ella con su activismo, yo con periodismo.

Isabel “Chabelita” o “la ojitos de mapache” como la llamaba su madre, creció en Ciudad Juárez, Chihuahua, entidad en la que han sido asesinadas más de 2 mil mujeres en los últimos 30 años. Casi 300 siguen desaparecidas.

Isabel alzaba la voz mediante el arte, el cosquilleo por ayudar a los demás surgió en la primera marcha contra los feminicidios. Ella era muy pequeña, tenía solo 10 años, pero protestando al lado de la estadounidense Jane Fonda, aprendió lo que era una injusticia.

Isabel viajaría en mayo de 2020 a Bélgica porque quería exponerle al mundo su arte. Desde hacía un tiempo plasmaba retratos en ropa.

Otra vez sueños interrumpidos.

El 18 de enero de 2020 fue silenciada. La asesinaron.

Esa noche había ido a un bar que frecuentaba con sus amigos, el Eugenio’s.

Salió poco después de medianoche porque tenía una entrevista de trabajo. Agarró su bicicleta y pedaleó lo más fuerte que pudo cuando se dio cuenta que un auto la estaba siguiendo. La unidad la embistió. Un hombre se bajó y le dio dos balazos uno en la oreja y otro en el pecho. Murió de inmediato. Todo quedó grabado en cámaras de vigilancia del estado.

Aún con imágenes del ataque, a tres años, las autoridades le dicen a Reyna, la mamá, que no saben qué fue lo que pasó. Como suele ocurrir en la búsqueda de culpables, la víctima siempre será la primera en ser señalada y han intentado hacerle creer a la madre y a la sociedad que Isabel, madre de un niño de 4 años, que ahora quedó a cargo de su padre, tenía que ver con las drogas, claro, sin pruebas.

Cuando ocurrió el feminicidio, el ex gobernador Javier Corral aseguró que había cinco líneas de investigación abiertas y que todo era claro: había sido un crimen planeado.

El caso fue mediático, pero como suele ocurrir, la gente olvida y reina la impunidad. Pasaron los meses y ya no se hablaba de Isabel ni de que no había detenidos por su asesinato.

De repente una esperanza: Maru Campos asumiría como la primera gobernadora de Chihuahua.

Quizá algo cambiaría y se le daría seguimiento a los casos olvidados.

Todo lo contrario, dicen las feministas, Maru no es aliada, gritan y pintan por las calles pidiendo ser realmente escuchadas.

La gobernadora se exhibe en los actos políticos y frente a los reflectores pide terminar con la violencia contra las mujeres, pero en acción su discurso es otro.

Es tibio, es indolente, ni ella ni los tres fiscales y dos ministerios públicos que han llevado el caso del feminicidio de Isabel han puesto atención a la súplica de las madres que buscan justicia.

Cuando un feminicidio ocurre las madres pierden la paz y día con día buscan debajo de las piedras a los responsables porque los encargados de la seguridad no lo hacen.

Cuando platico con ellas me cuentan que están cansadas y que cuando las citan en las fiscalías van con la mentalidad de que no hay avances. Casi siempre la misma autoridad les pregunta a ellas si tienen alguna actualización sobre los casos, como si fuera su responsabilidad, como si no tuvieran derecho a sufrir la muerte de sus hijas.

Ante la indolencia reveladora de “los que nos cuidan”, surgen los colectivos. Esos que siempre están ahí para cobijar, para escuchar, para acompañar.

Justo así me enteré del caso de Isabel. Las hijas de su maquilera madre, colectivo feminista, convocó a honrar la memoria de Chabelita en la antimonumenta. Fue una actividad en CDMX. Estas mujeres se unieron al grito desesperado de los colectivos de Chihuahua que también recordaron a la joven activista.

Porque en este país tratan de olvidar, pero la Sororidad siempre sale avante.

Este, queridos lectores, es el rostro y la historia de una víctima más en México. No la olvidemos.