Los hombres del presidente son sumisos en extremo, aunque suelen ser cuidadosos de las formas y el decoro

Raúl García Araujo | @araujogar

Errores de estrategia política está cometiendo el presidente, Andrés Manuel López Obrador, a mitad del camino.
Todo parece indicar que caducó ya su animalidad política, esa que presume tanto y que lo ha sacado a flote de grandes apuros cuando fue opositor y jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal.
Esa caducidad, sumada a su mareo político, producto de su sobrado poder, más su mal encauzada ideología y su mala cabeza, lo están llevando a cometer errores de cálculo inimaginables e inaceptables para un político del tamaño que se suponía era.
Para colmo de males, la zalamería de alta escuela de los integrantes de su equipo, le impide conocer la realidad que se vive en el país, muy distinta a la que él percibe.
Ese velo autoimpuesto ya no le permite ver y menos escuchar críticas constructivas, solo puros cantos de sirenas.
Cantos como aquellos que escuchó Ulises, pero a diferencia de éste que lo hacía atado al mástil del barco, para evitar sucumbir ante el embelesamiento de los cánticos, el presidente lo hace gustoso, sin protección alguna.
Y vaya que tiene sirenas de sobra en su gabinete, salvo honrosas excepciones, diría el clásico, basta ver a las invitadas a sus conferencias mañaneras, quienes convierten esos eventos en auténticos concursos para ver quién se arroja más a ras del piso para que pase sobre ellas el gran Tlatoani.
Los hombres del presidente, también con sus honrosas excepciones, son sumisos en extremo, aunque suelen ser más cuidadosos de las formas y el decoro.
El mayor error de estrategia y cálculo políticos del presidente fue haber abierto el juego de la sucesión presidencial antes de llegar a la mitad de su mandato; el haber caído en la provocación de dar a conocer la lista de los aspirantes, lo llevó a incurrir en una falla imperdonable para estrategas en el arte de la guerra, como Sun Tzu, que sugiere que en la guerra no hay que dejar heridos.
Y el mandatario ha dejado importantes heridos en el camino, el más importante y visible, el colmilludo y truculento senador Ricardo Monreal.
Los costos de ese error los está pagando su proyecto, toda vez que no está logrando sacar adelante sus propósitos en el Poder Legislativo, mismos que se le encarecerán a la ministra Olga Sánchez Cordero, al tener que negociar con las fracciones, con cuyos titulares ya lleva mucho tiempo haciendo política el senador zacatecano.
El Poder Judicial no ha escapado a estos errores estratégicos del jefe del Ejecutivo, el más relevante haber sometido en exceso al presidente del mismo, el ministro Arturo Zaldívar, quien gustoso aceptó el sojuzgamiento.
Al respecto, un breve recorrido por la historia del ejercicio presidencial nos demuestra que hasta un presidente tecnócrata y bisoño en la política, como fue Ernesto Zedillo Ponce de León fue más audaz, más hábil, más calculador, más arrojado, en suma, más inteligente.
Zedillo, en una jugada magistral, audaz y sigilosa disolvió la Suprema Corte, acabando privilegios vitalicios, para lo cual nombró a solo once ministros, en lugar de la veintena que había antes de su entonces profunda reforma al Poder Judicial.
Paradójicamente de esa nueva integración emergieron por lo menos tres ministr@s, muy parecidos ideológicamente al presidente de la República actual: Juan Silva Meza, actual catedrático de la UNAM; Genaro Góngora Pimentel, retirado por completo; Humberto Román Palacios, finado, y Olga Sánchez Cordero, exsecretaria de Gobernación y actual presidenta de la Mesa Directiva del Senado, y en los hechos, contrapeso de Monreal.
Por razones extrañas, López Obrador no actuó con el arrojo de su antecesor, Ernesto Zedillo, lo hizo de manera muy tibia y adelantando lo que viene, confiando en un presidente de la Corte que reproduce en su gestión lo que dice solo en la letra crítica.
Nepotismo, por ejemplo, el que se da en su dirección de recursos humanos y entre sus colaboradores más cercanos; favoritismos en las contracciones, violaciones a los derechos humanos de las mujeres, y un largo etcétera que no es el caso profundizar en esta columna.
No obstante, lo anterior, el inquilino de Palacio Nacional no aprende del camino andado; en la Corte ya le dieron serios reveses en su afán transformador, el más reciente al echarle para abajo su intención de ampliar el mandato de Zaldívar Lelo de Larrea, y el anterior, al cambiarle su texto para la consulta para someter a juicio a los expresidentes Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, para dejarlo en un auténtico galimatías, un palabrerío sin sentido.
En ese no aprendizaje de la experiencia, el presidente cometió un par de errores más, el primero en advertir que por su actitud antidemocrática el INE tiene que ser cambiado en su totalidad.
Independientemente de que tiene razón, incluso en su afirmación de que él llegó a la Presidencia de la República, a pesar del INE, porque efectivamente este organismo siempre ha estado al servicio del presidente en turno, lo cierto es que no tiene ningún sentido adelantarles lo que se viene.
Lo mismo sucedió con el Tribunal Electoral Federal, del que demandó su renovación total, por las mismas razones que el INE.
En respuesta, sus integrantes decidieron tomaron una decisión, por decir lo menos, extraña, y fueron por el voto por voto, casilla por casilla en la elección de Campeche, en una intentona frustrada, de tirar a la gobernadora electa, Layda Sansores, pieza clave del presidente López Obrador para consolidar su Cuarta Transformación, en el sur del país.
Ante tantos errores estratégicos cometidos, diría el clásico: ¡Pero qué necesidad, para qué tanto problema…!

En Cortito: Nos cuentan que a unos meses de que Patricia Durán Reveles deje el gobierno del municipio de Naucalpan, éste se encuentra en bancarrota. Las razones son varias: laudos, conflictos judiciales, embargos de cuenta, disminución de participaciones federales, pero sin duda, lo que más resalta, es la pésima administración. De verdad, que hay un “desorden” en Naucalpan, tanto que hasta el momento no ha iniciado el proceso de transición con la alcaldesa electa Angélica Moya. Sin embargo, nos confían que la presidenta electa ya cuenta con un grupo pequeño y solido: Juan Carlos Hernández, Gabriel García, Edgardo Solís, Martín Riestra y Rafael Giménez, estratega político electoral. Lo que tienen en común es que todos quieren y apoyan a su amigo Enrique Vargas del Villar, diputado local electo y virtual coordinador de la bancada panista en el Congreso del Estado de México, en sus aspiraciones para ser gobernador de la entidad mexiquense. Vargas del Villar ya mando un giño al mandatario Alfredo del Mazo al señalar que apoyarán, desde el Congreso, todas sus iniciativas de ley. Vaya tarea que tienen pendiente los panistas con sus coaligados, los priistas naucalpenses. Se espera que venga una etapa de negociación con los grupos políticos Jacob, Ruiz Sandoval, Rodrigo Reina y Sergio Mancilla, pero también la mesa de negociación institucional con la dirigente del comité municipal PRI, Angélica del Valle, quien entregó buenas cuentas. A la regidora la apoyan en Toluca y seguramente Enrique Vargas y Angélica Moya prefieren dialogar con ella, por ser de un estilo más tecnócrata e institucional, pero sobre todo porque conoce las entrañas del gobierno de los Durán que en política puede servir para neutralizar el avance de Morena en la entidad mexiquense.