Nobleza obliga, y su muerte unió, como nadie lo ha logrado, y muchos quisiéramos ver unidos, a priistas, panistas, petistas y perredistas

Celeste Batel, mujer de grandes batallas, al lado del impulsor de lo que hoy es el primer gobierno de izquierda de México, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, perdió ayer la última; hoy Tirios y Troyanos le rinden tributo.

Nobleza obliga, y su muerte unió, como nadie lo ha logrado, y muchos quisiéramos ver unidos, a priistas, panistas, petistas y perredistas, partido fundado para los propósitos políticos actuales por el hijo del general Lázaro Cárdenas del Río.

Transcurría 1987 y una corriente disidente del PRI, decidía separarse del partido oficial, cansada de no ser escuchada por su dirigencia y por el método de selección del candidato del PRI, impulsado por el entonces presidente de la República, Miguel de la Madrid Hurtado.

Esa corriente, surgida en 1986, y dada a conocer por el periodista del entonces UnomásUno, Raúl Correa Enguilo (qpd), estaba encabezada por una dupla, inigualable en la historia reciente del país, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo.

El primero, heredero de un poderoso apellido para el pópulo y de gran carisma y respetabilidad; el segundo, el ideólogo, el que encendía con sus discursos en los mítines, para que Cuauhtémoc Cárdenas los llevara al climax.

Acompañaron a ese dúo sin freno, a esos rebeldes con causa, otros irredentos irreverentes: Ifigenia Martínez de Navarrete, Ignacio Castillo Mena, Alfonso Aguilar, Alfonso Baca, César Buenrostro, Manuel Marcue Pardiñas y un no muy largo etcétera, etcétera, que fue incrementando tan luego ese movimiento decidió postular a Cuauhtémoc Cárdenas como su candidato presidencial, a cuyo costado siempre estuvo Celeste Batel, los vástagos de ambos Cuauhtémoc y Lázaro, y la pequeña Camila.

En ese grupo reducido hacían su aparición dos jóvenes, uno de ellos más que el otro, de nombre César Yáñez Centeno Cabrera, para apoyar en la atención de la prensa y quien a la postre fue el que apoyó al hijo del general en sus intentos por llegar a la Presidencia de la República.

El otro era Armando Machorro, quien muy a la postre fue jefe de prensa del entonces gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel, primogénito de Cuauhtémoc Cárdenas, también gobernador de esa entidad en los tiempos del tricolor.

Andes 605, en las Lomas de Chapultepec, residencia del general Lázaro Cárdenas y doña Amalia Solorzano, fue la sede de los conspiradores.

Ese lugar histórico, cuyas paredes fueron testigos de encuentros y desencuentros, fue donde se fraguó un movimiento de alto riesgo y de futuro incierto, ninguneado, menospreciado, pero vigilado por los oficialistas.

Eran tres los agentes del entonces del Cisen que lo seguían por todos lados para reportar a la temida secretaria de Gobernación los movimientos de los insurrectos.

Bonilla, Ferreira y un alias, el zorrillo, eran los tres monitores asignados por excelencia para dar cobertura al mini grupo dispuesto a subvertir al statu quo.

Fueron ellos, con fines políticos, y un puñado de reporteros asignados por sus medios (La Jornada, El UnomásUno, Excélsior, El Universal y El Financiero), quienes vieron gestar, crecer y cobrar cada día más fuerza a ese grupúsculo de audaces hombres y una sola mujer.

El mismo fue paulatinamente tomando fuerza por los también cada vez más crecientes mítines, iniciados por el excampeón de oratoria, exdirigente del PRI y exembajador de la ONU, Porfirio Muñoz Ledo Lazo de la Vega, y culminados por el carismático y avasallador Cuauhtémoc Cárdenas.

Asistido en esa oficina, por un puñado de hombres, a saber Saúl Figueroa, Ventura Pacheco, Carlos Mandujano, y más tarde Toño, cuya memoria me traiciona y no me permite recordar su apellido, Cuauhtémoc Cárdenas despachaba y recibía a cada vez más priistas inconformes.

Con la nominación de Carlos Salinas de Gortari como candidato del oficialismo, incrementaron las diferencias al interior del PRI, inclusive las de los partidos considerados como satélites del PRI: Los partidos Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM); Popular Socialista (PPS) y el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN).

Carlos Enrique Cantú Rosas, Francisco Ortiz Mendoza y Jorge Kruisanck García, a su muerte Rafael Aguilar Talamantes, decidieron adherirse a los insurrectos, pero el más audaz, Cantú Rosas fue el que tomó la decisión de postular a Cuauhtémoc Cárdenas como su candidato presidencial.

Se sumaron el resto e inició una exitosa primera campaña Presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, acompañado por su inseparable, Celeste Batel, de origen portugués, pero de un profundo amor por México. (Esta historia continuará)