La Fiscalia General de Justicia del Edomex dijo que Verónica Monroy Valdez de 48 años y Edna Reyes Gutiérrez de 29 se habían suicidado. Sus familias se mantienen en la lucha por demostrar que a ellas les quitaron la vida 

Itzel Cruz Alanís | Twitter: @i_alaniis

Tenían casi 20 años de diferencia, pero hoy tienen una característica en común: ambas son víctimas de las negligencias e inacción de la autoridad del Estado de México.

Su nombre era Verónica Monroy Valdez. Minely y Josué son sus dos hijos que ahora claman justicia por ella.

El 7 de febrero de 2021 entraron a su domicilio en el municipio de Tecámac luego de no tener noticias de ella desde un día anterior. La encontraron muerta. Con huellas de violencia, golpes en la cara, “a mi mamá le rompieron el páncreas a golpes”, recuerda su hijo menor.

Las cosas estaban revueltas en la casa, había golpes en el refrigerador y medicinas en la mesa. Las llaves de la estufa, abiertas. A las autoridades se les hizo fácil dar el veredicto: fue un suicidio, así de fácil. Sin investigar si alguien había alterado la escena, sin preguntarse cómo Verónica pudo haberse golpeado el abdomen para morir.

Hace unos días le di cobertura al memorial que sus hijos le colocaron frente al palacio de justicia de Tecámac para recordarle a la autoridad que a dos años de lo ocurrido, el caso de su madre no ha sido investigado con perspectiva de género.

La revictimización ha sido constante, pues en el traslado de la carpeta de investigación de Tecámac a Barrientos los ministerios públicos perdieron las pruebas, “extraviaron” los videos de la casa. Así que hasta ahora Josué y Minely no saben quién silenció a su madre. José Luis Cervantes, fiscal general del Estado de México, les promete que llegarán a la verdad, una promesa que parece cada vez más lejana.

Ese día conocí la historia de Edna. Su padre, Alberto Reyes se acercó con el contingente “Verdad y Justicia” y el “Bloque negro” para contarles una de las tantas historias de violencia en la entidad.

Su hija de 29 años, Edna Reyes Gutiérrez había sido asesinada dentro de su hogar en los Reyes Ixtacala, en el municipio de Tlalnepantla.

El domingo 25 de julio de 2021, cuatro meses después de la muerte de Verónica, Alberto le llamó varias veces a la estudiante de la UAM Azcapotzalco para que ella y su novio Noé Orlando bajaran a desayunar. Nadie respondió.

Un par de horas después el padre ingresó a la habitación y al tocar a su hija se percató de que estaba sin vida. Pidió ayuda.

Fue un suicidio, le dijeron nuevamente las autoridades sin presentarle el informe médico correspondiente que lograron obtener un año después. El documento revela que Edna no consumió drogas ni medicamentos ni sustancias tóxicas. Tras un segundo peritaje supieron que la verdadera causa de muerte había sido la obstrucción de las vías respiratorias. A Edna Revólver, como le gustaba que le llamaran, la asfixiaron.

Pero, ¿dónde estaba su novio?

El señor Alberto le dedicó dos meses a la investigación en la que logró recopilar videos, direcciones e información reveladora. Noé Orlando fue captado robándose una bicicleta de Edna luego de presuntamente haberle quitado la vida. Luego llegó con sus abuelitos para pedirles dinero, les dijo que su nieta lo esperaba en el taxi, pero ella estaba tendida en su cama.

El hombre de, en ese entonces 20 años, ahora 22, huyó. Su madre y su padrastro, trabajador de Pemex lo ayudaron.

Se unió al 59 batallón de infantería de la SEDENA, quizá pensó que ahí nadie lo encontraría, pero en un operativo conjunto entre los militares y la fiscalía del Estado de México fue detenido en la alcaldía Miguel Hidalgo. Ya no pudo escapar.

En su audiencia no negó nada. Fue imputado por el feminicidio y estará tras las rejas en Barrientos hasta que se determine si es o no vinculado a proceso.

El padre de Edna me dice que nada le regresará a su hija, pero que ver a ese hombre en prisión le da tranquilidad porque ya no hará daño, mientras lo escucho, se me parte al corazón al ver las fotos de Edna. Rocanrolera, como yo, tenía solo un año más que yo, amaba los animales como yo, era una rebelde con causa, como yo.

Pero no puedo hacer nada más que escuchar a las familias rotas y visibilizar las negligencias e indolencia de las fiscalías, de los ministerios públicos y de los jueces mientras por dentro me uno al grito unísono de los colectivos: no fue suicidio, fue feminicidio.

Estos, queridos lectores, son los rostros y las historias de dos víctimas más de violencia en México. Dos víctimas a las que condenaron acusándolas de suicidio sin investigar. No las olvidemos.