Los ministros que ocuparán un asiento en esta nueva y descafeinada SCJN son cercanos a Morena, salvo Giovanni Figueroa, un académico.
Miguel Camacho @mcamachoocampo
Como diría el clásico: “Haiga sido como haiga sido”, ya se realizó la elección para renovar parte del Poder Judicial Federal, incluida la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que ya tiene nueva alineación y entrará en funciones en septiembre.
En los comicios no hubo sorpresas: quedaron los ministros que tenían que quedar, o mejor dicho, los que los acordeones que repartió el oficialismo decían que tenían que quedar.
Lo que está claro luego de la elección judicial es que se trata de una muy peligrosa reconfiguración de la estructura del Estado mexicano, ya que la mayoría de los ministros que ocuparán un asiento en esta nueva y descafeinada SCJN son cercanos a Morena, salvo Giovanni Figueroa, un académico.
De este, digamos, proceso, algo que tendrán que estudiar los historiadores en un futuro es cómo Hugo Aguilar Ortiz, un abogado de origen mixteco, un candidato poco mediático, fue el más votado y se convertirá en el segundo jurista de origen indígena en presidir la SCJN. El primero fue Benito Juárez, en el siglo XIX.
Esta sorpresiva victoria desbancó a Lenia Batres, quien ya se sentía en la presidencia de la SCJN.
Entre sus primeras declaraciones, el abogado originario de la Mixteca Alta de Oaxaca dijo que no usará toga, algo que causó revuelo en redes sociales y medios de comunicación:
“No usaré toga en las sesiones. Voy a vestir ropa tradicional mixteca. La toga representa una tradición occidental que muchas veces aleja al juez del pueblo. Yo quiero representar a quienes han estado históricamente ausentes de esta Corte.”
Aguilar anunció que portará un huipil bordado a mano por mujeres de su comunidad y un paliacate rojo como símbolos de dignidad y resistencia indígena. Justificó su decisión como un acto de reivindicación cultural: “Es un recordatorio constante de por qué estoy aquí y a quiénes me debo.”
Lo que se le olvida al futuro presidente de la Corte es que él no estará en el asiento central para protestas y reivindicaciones simbólicas, sino para vigilar que lo que marca la Constitución se aplique al pie de la letra.
Pero algo que parece no tener en cuenta quien presidirá el máximo tribunal del país es que él y sus compañeros recibirán una institución descafeinada, con muchas menos facultades, cortesía de los legisladores del oficialismo. Por ejemplo, ya no podrán hacer nada contra reformas constitucionales, aunque afecten los derechos de las personas, como la libertad de expresión o la propiedad privada.
La nueva alineación de la SCJN llega con el estigma de haber surgido de un proceso cuestionado, descalificado incluso a nivel internacional por organismos como la OEA, que recomendó no replicar el modelo.
Lo que más me preocupa es que, con la necesidad de legitimación con que llegan, tomen decisiones apresuradas para quedar bien con sus electores, olvidando que su principal compromiso es hacer que se respete la Constitución.
EN EL TINTERO
Felicidades a la presidenta Claudia Sheinbaum por aceptar ir a la Cumbre del G7.
Por favor, presidenta, concéntrese en temas económicos; no hable de programas sociales ni de la elección judicial.