Morena tiene una brújula moral peculiar: gira siempre hacia la conveniencia.
Miguel Camacho @mcamachoocampo
Estas últimas semanas no han sido las mejores para el oficialismo, aunque se esmeren en fingir estabilidad con sonrisas, cifras alegres y frases ensayadas.
La causa de sus sobresaltos: el caso de Hernán Bermúdez Requena, ex secretario de Seguridad de Tabasco durante la administración de Adán Augusto López Hernández, uno de los hombres más cercanos al ex presidente Andrés Manuel López Obrador.
De Bermúdez Requena se dice que lidera —o lideró— el cártel La Barredora, brazo del Cártel Jalisco Nueva Generación en Tabasco. Se asegura que los vínculos del exfuncionario con el crimen organizado eran conocidos por el Ejército desde 2019, antes de que Adán Augusto lo nombrara como responsable de la seguridad del estado.
Lo que parecía un escándalo local, creció hasta convertirse en un bumerán para el corazón moral del lopezobradorismo. Aunque el gobierno intente negarlo, este caso les pegó justo en la línea de flotación: la moralidad de la cual tanto presumen.
Y comenzaron a surgir las preguntas incómodas, las mismas que se escucharon en el caso de Genaro García Luna:
—“Era imposible que Adán Augusto no supiera…”
—“Era imposible que AMLO no supiera…”
Pero, como ha ocurrido en otras ocasiones, la maquinaria oficialista entró en acción: a defender, a negar, a exigir pruebas, a gritar que Adán Augusto no está solo.
Después de casi siete años en el poder, a nadie debería sorprenderle esta reacción. Morena tiene una brújula moral peculiar: gira siempre hacia la conveniencia. Si el acusado es ajeno, se le quema en plaza pública; si es uno de los suyos, se le encubre con frases vacías sobre la institucionalidad, la legalidad y la “presunción de inocencia”.
¿Doble moral? No. Esto ya es triple salto mortal con cinismo incluido. Y sin red de seguridad.
En su momento, cuando García Luna fue exhibido como el arquitecto de un narco-Estado con placa de policía, Morena gritó “culpable” sin dudar. Hoy, ante un funcionario de seguridad acusado de tener vínculos con el crimen organizado —protegido por uno de sus más visibles cuadros—, nos piden mesura, paciencia y fe en las instituciones.
Y lo más grave: no hay un liderazgo fuerte que encabece la exigencia para que quienes dijeron ser distintos de verdad lo sean. O al menos, que tengan la dignidad de hacerse a un lado.
El caso Hernán Bermúdez es una muestra más de cómo Morena ha aprendido —y rápido— las viejas mañas del sistema que juró enterrar.
Y las ha perfeccionado.
EN EL TINTERO
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Felicidades, diputado, pero por favor: cambie su discurso.
Sí, tiene derecho a viajar y a festejar con su esposa.
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