Si a un menor se le va a dejar el manejo de estos vehículos en zonas rurales, como medio de transporte, se le debe hacer consciente de que no son juguetes y su uso requiere responsabilidad.
Miguel Camacho @mcamachoocampo
Hoy estoy muy molesto. Quiero hablar sobre una situación que se dio en la esquina de mi casa. Pido a ustedes que en los comentarios me digan si estoy mal. A continuación, les explico.
Vivo sobre la avenida principal de un pueblo en el que el uso de la motocicleta ha crecido como la espuma. Se ven de todos los tamaños, colores y sabores. Pero este crecimiento se ha dado de una manera más que irresponsable. Por las calles y caminos del pueblo circulan menores de edad conduciendo estos vehículos a muy alta velocidad, jugando, haciendo “caballitos”. Incluso familias completas se transportan en ellas: papá, mamá y niños pequeños. Una brutal irresponsabilidad.
La noche del domingo, un niño de no más de 13 años que circulaba a exceso de velocidad en una motocicleta se estrelló contra la puerta del conductor de una camioneta pick up que pasaba por la calle principal donde vivo. El impacto fue tan fuerte que activó las bolsas de aire y la camioneta quedó bloqueada. La conductora entró en crisis nerviosa. Los golpes dejaron al niño maltrecho y sangrando.
Aquí viene el primer motivo de mi enojo: al lugar llegó la Policía Municipal, que en automático quiso culpar a la conductora. Solo ante la insistencia de los testigos la dejaron en paz.
Al interrogar a los acompañantes, salió a la luz que el niño no era del pueblo, sino de una comunidad cercana, a unos ocho kilómetros de distancia. Y aquí viene el segundo motivo de mi enojo: ¿qué hacía un niño de no más de 13 años, tan lejos de su casa, en la noche, conduciendo una motocicleta sin supervisión paterna?
Como era de esperarse, los testigos y posteriormente los peritajes exoneraron a la conductora. Pero aquí entra el tercer motivo de mi enojo: los padres se acercaron a la conductora y a su esposo para decirles que no había problema… pero acto seguido les pidieron que les ayudaran a pagar las curaciones del menor. No ofrecieron una disculpa. No se ofrecieron a cubrir los daños de la camioneta. ¿Se puede ser más caradura?
Lo sucedido es más culpa de los padres que del menor, a quien dejaron con una moto “a la buena de Dios”, al fin que no pasa nada… pero sí pasó.
Si a un menor se le va a dejar el manejo de estos vehículos en zonas rurales, como medio de transporte, se le debe hacer consciente de que no son juguetes y su uso requiere responsabilidad.
Luego de lo sucedido el domingo, me vino a la cabeza lo dicho en una entrevista reciente por el ingeniero Carlos Slim:
“No hay que dejar un mejor país a nuestros hijos; hay que dejar mejores hijos a nuestro país.”
EN EL TINTERO
Con el anuncio de su viaje a Palestina, Gerardo Fernández Noroña demostró su sed por los reflectores.