Pongamos el desorden | FCE, un sueño que lleva 90 años

Pongamos el desorden | FCE, un sueño que lleva 90 años

A lo largo de estos 90 años en la editorial han colaborado cientos de personas, verdaderos héroes, cuyo principal objetivo era acercar el conocimiento a las personas, no quedar bien con políticos

Miguel Camacho @mcamachoocampo

Dicen los “gurús del emprendimiento” que para que una nueva empresa se desarrolle y tenga éxito debe cubrir una necesidad inmediata, de lo contrario, esa idea está condenada a fracasar o al menos tardará mucho para desarrollarse. Le comento lo anterior porque hoy 3 de septiembre se cumplen 90 años del nacimiento de lo que podríamos llamar un emprendimiento, el FONDO DE CULTURA ECONÓMICA.

En los primeros años de la década de los 30 del siglo pasado, un grupo de intelectuales, encabezados por Daniel Cosio Villegas, detectaron la necesidad de proveer a los estudiantes de la recién creada carrera de economía de materiales de estudio en español, ya que gran parte de la bibliografía de estudio estaba en inglés, lo que complicaba la enseñanza debido a que muchos estudiantes no conocían dicho idioma.

Así las cosas, Cosio Villegas y su grupo se dieron a la tarea de elaborar una lista de 50 títulos que presentaron a la editorial española Espasa-Calpe, que rechazó la idea por influencia del filósofo José Ortega y Gasset, quien, según relata Cosío Villegas en sus memorias, tomó la palabra en la junta de Consejo donde se discutía el proyecto  para decir:

“El día que los latinoamericanos tuvieran que ver algo en la actividad editorial de España, la cultura de España y la de todos los países de habla española “se volvería una cena de negros…””

El rechazo de Espasa-Calpe no desanimó al grupo que decidió tomar al “toro por los cuernos” y ocuparse ellos mismos de las publicaciones. Así es como nació en primera instancia, en abril de 1934, “El Trimestre Económico”, revista que seguía el modelo de la inglesa “Economic Quarterly”.

Pero la idea del grupo no era quedarse solamente con la revista, era crear una editorial, así es que luego de reunir apoyos de instituciones públicas y amigos, consiguieron 22 mil pesos y con ese capital crearon el fideicomiso FONDO DE CULTURA ECONÓMICA.

Un dato curioso es que el nombre de la editorial no iba a ser ese, si no la traducción de “Trust Fund for Economic Learning” (Fondo Fiduciario para el Aprendizaje de la Economía), algo que en sus memorias Daniel Cosío Villegas reconoció como un error de traducción.

A lo largo de estos 90 años en la editorial han colaborado cientos de personas, verdaderos héroes, cuyo principal objetivo era acercar el conocimiento a las personas, no quedar bien con políticos. A algunos de esos héroes yo los conocí de niño, de la mano de mi papá, que durante muchos años (38) fue el responsable del archivo de negativos, y años después pude trabajar con ellos.

Las armas de ellos eran tipómetros, cuenta hilos, plumones, lupas, cartulinas para cazar las erratas en los textos, diseñar portadas y entregar a la gente libros para aprender nuevos conocimientos.

De toda la gente que contribuyó a hacer grande a la institución hoy en este noventa aniversario recuerdo al poeta y editor Alí Chumacero, un hombre alto de cabello blanco, que cada que me encontraba en los pasillos me decía: “¿Cómo está tu padre?¿Salúdamelo?

A mi primer jefe, Guillermo Escalante, muchos años coordinador editorial de El Trimestre Económico. Un gran maestro. A mi papá le decía: “Yo no creo que exista tu Dios, pero si existe, a qué chinga me va a parar”.

A Marco Antonio Pulido, quien me integró a la colección de Ciencia y me enseñó a tratar con los egos de los autores.

Muy amigo del maestro Pulido era don Juan José Utrilla, considerado uno de los mejores traductores de Hispanoamérica y quien por muchos años fue coordinador de traductores de la institución.

Una verdadera institución, dentro de la institución era don José C. Vázquez, de los primeros empleados del Fondo, quien en 1989 me regaló una cartulina con la simbología para corregir. Por sus manos pasó el 95% del momento que se jubiló en 1990.

No puedo olvidar a Agustín Molinero, un diseñador del departamento de publicidad, que cuando estaba en los primeros semestres de la carrera de Comunicación me llevó con Angélica de Icaza y Gabriela Vallejo y les dijo: “Este muchacho tiene mucho tiempo libre, tienen algo para que no tenga malos pensamientos”. De la plática que tuve con Gaby Vallejo salió el primer artículo que escribí profesionalmente: “La química en la cocina”.

Pero el esfuerzo de personas que mencioné en los párrafos anteriores, hoy se ve desdibujado, ya que a la actual administración del Fondo lo único que le interesa es producir “libros baratos”, con la falsa creencia de que así fomentará la lectura, algo en lo fracasó la directiva encabezada por Paco Ignacio Taibo II, ya que en lugar de incrementar el número de lectores éste disminuyó según datos del INEGI.

El Fondo debe sacudirse el perfil “evangelizador” de la 4T y recuperar el objetivo principal de Daniel Cosío Villegas, acercar el conocimiento a la gente, utilizando las herramientas que la tecnología ofrece en la actualidad. Con ello atraería muchos más lectores que regalando libros .

No puedo cerrar sin agradecer al héroe que hizo posible que yo conociera a esas personalidades y que me enamorara de este mundo de tinta y papel: MI PAPÁ.