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La situación no solo no mejoró: empeoró. El crimen organizado sigue mandando.

Raúl García Araujo @araujogar

El gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, prometió pacificar Teocaltiche. Dio un plazo, lo anunció como un compromiso firme, como si bastara una fecha marcada en el calendario para poner fin a años de violencia. Pero la realidad fue otra: no solo no hubo paz, hubo más sangre. Más miedo. Más silencio.

Desde que hizo esa promesa el 23 de abril, lo único que ha crecido en Teocaltiche es el número de muertos. Veintitrés homicidios dolosos. Tres funcionarios municipales asesinados: el director de la Policía, el secretario del Ayuntamiento y una regidora que también fue candidata a la presidencia. Los mataron uno por uno. Ningún detenido. Ninguna respuesta. Ningún avance.

La situación no solo no mejoró: empeoró. El crimen organizado sigue mandando. Las balas sustituyeron a las palabras. Y el Estado… simplemente no está.

Ni el gobernador, ni el secretario de Seguridad Pública, ni el fiscal del estado han emitido un informe, una visita, un simple posicionamiento. No hay rostro, no hay voz. Solo hay vacío. El mensaje es claro: Teocaltiche no importa.

Y no es solo una crisis de seguridad. Es un desplome institucional. La policía municipal está deshecha: 15 bajas en lo que va del año, y nadie quiere ocupar las 20 plazas disponibles. ¿Quién arriesgaría su vida en un municipio donde ser policía es firmar tu sentencia de muerte?

Desde el secuestro de ocho elementos policiales el 18 de febrero —cuatro de ellos asesinados—, el control de la zona está en manos del Cártel Jalisco Nueva Generación y del Cártel de Sinaloa. Dos monstruos disputándose un territorio sin resistencia real. Y mientras tanto, el gobierno finge que algo está haciendo.

Pero en Teocaltiche nadie finge. La gente vive a salto de mata. Dormir con miedo ya es parte de la rutina. Las familias se desplazan o se resignan a que su comunidad se pudra en el olvido.

La pacificación nunca fue real. Fue una puesta en escena. Una frase para los medios. Una mentira con fecha de vencimiento.

Y ahora que ese plazo ya expiró, ni siquiera tuvieron el decoro de dar la cara.

Este no es solo un fracaso político. Es una traición. Una prueba dolorosa de que en Jalisco, hay territorios donde el gobierno ya no gobierna. Donde la ley es la del más armado. Y donde la gente solo tiene una certeza: que está sola.