El resultado de la elección más grande en la historia de México tiene varias lecturas. La primera de ellas para la futura presidenta, quien no debe pecar de soberbia porque esa cascada de votos fue para López Obrador

Raúl García Araujo | @araujogar

El 2 de junio de 2024 ya es parte de la historia. La razón es que México tendrá a su primera mujer gobernante, antes que Estados Unidos, su poderoso vecino, quien no ha logrado ese hecho histórico.

También la fecha pasará a la historia porque la votación mayoritaria que obtuvo la ya virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, le permitirá una mayoría en la Cámara de Diputados (y muy probablemente en el Senado de la República), lo que le posibilitará concretar la tan anhelada reforma al Poder Judicial, que significará, entre otras cosas, elegir a jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte a través del voto popular.

Ahora bien, el resultado de la elección más grande en la historia de México tiene varias lecturas. La primera de ellas para la propia futura presidenta, quien no debe pecar de soberbia porque la mayoría de esa cascada de votos fue para López Obrador, un personaje político irrepetible para los próximos 100 años.

Y he ahí una lectura más. Qué será del futuro gobierno de la Cuarta Transformación, del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y de la izquierda, en general, sin la poderosa figura de Andrés Manuel López Obrador.

Para «el necio», el presidente Andrés Manuel López Obrador, la lectura es multivalente:

Pasará a la historia, a partir del próximo primero de octubre, en que haya entregado ya el poder a Sheinbaum Pardo, como un líder amado, idolatrado por el pueblo, su pueblo, como no se veía a otro gobernante con características similares desde la época del expresidente Lázaro Cárdenas del Río.

Tan es así que su pueblo, campesinos y obreros le acuñaron el mote de «El Tata», usado principalmente por los primeros para referirse al abuelo de la casa, figura paterna que los cuidaba, los protegía y los procuraba en algunas de sus carencias.

Y así fue visto Lázaro Cárdenas, como la esperanza de un pueblo hambriento, maltratado, humillado por la clase pudiente y los patrones y caciques explotadores.

La otra cara de la moneda, era la de este sector de la población que veía a Lázaro Cárdenas con desprecio por su inclinación hacia los pobres, pero que lo tenía que respetar por su alta investidura presidencial y por su formación y grado militar.

Volviendo al terreno de las lecturas de la elección del pasado 2 de junio, hay una que no debe ser soslayada y ésta es la de la oposición, para quien la elección del domingo pasado debe ser muy aleccionadora. Y debiera ser porque la aplanadora que le pasó encima no es cosa menor.

Su estrategia de inundar de mentiras, ataques y salpicar estiércol a sus adversarios, al presidente López Obrador y a su familia, como sugirió el publicista Carlos Alazraki, no rindió los frutos deseados.

Lo debe ser también la pésima elección de su candidata: Xóchitl Gálvez nunca conectó con la población.

Para los pobres fue una figura sobre actuada, falsa, que no les inspiró confianza y ahí están los resultados.

Para los ricos, los fifís y los remedos de fifís, entre los que se encuentran los panistas, era un monigote que antes que proyectar una imagen atractiva, les producía risa.

Esa pésima elección y dado que no levantaba la campaña, los partidos y sus patrocinadores consideraron en su momento, sustituir a su candidata.

Esa falta de conexión de Xóchitl Gálvez y la falta de resultados, hizo que los partidos y algunos mecenas ya no se emplearan a fondo en toda la campaña y dirigieran sus baterías hacia otros objetivos, ya muy desesperados.

Fue así como se dio la organización de la movilización de la Marea Rosa, que tampoco logró incidir en los resultados deseados en las urnas.

A todo lo anterior se sumó la última apuesta de la oposición, que a la luz de los resultados obtenidos les resultó contraproducente.

Esta fue la de concentrarse en hacer todo lo posible para que esa gente apática que no gusta de votar, acudiera a las urnas.

Usaron todos los medios posibles para hacerlo: medios de comunicación, redes sociales, los mensajes de voz en voz, y el último recurso que fue la de hacer toda clase de promociones posibles el día de la elección, si se presentaba el dedo entintado.

Lo cierto es que sí lograron movilizar a parte de esa masa amorfa y apática a las urnas, lo que se pudo evidenciar en las primeras horas de las votaciones.

La sorpresa fue que sí voto, y mucho, sólo que no fue por ellos, por los partidos de oposición, sino que lo hizo por Morena, y justo ahí debe estar la diferencia entre los 30 millones de votos obtenidos por el presidente Andrés Manuel López Obrador y los 33 millones que lleva la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo.

En fin, varias lecciones arrojó el resultado del pasado domingo y estará en el buen análisis de cada uno de los actores participantes para poder corregir errores en futuras contiendas electorales.

En Cortito: No pierda de vista lo que hizo el alcalde con licencia, José Luis Urióstegui Salgado, quien buscó la reelección en el municipio de Cuernavaca, Morelos y la consiguió.

Contrario a la falta de oficio de los liderazgos que existen en el PAN y PRI, el ahora presidente municipal electo, supo convencer con su propuesta de gobierno a la mayoría de los morelenses que viven en la capital.

Tal es así, que hubo una participación alta de la gente en las urnas el pasado domingo, en donde le entregaron todo su respaldo para que los siga gobernando por los siguientes tres años.

La clave de la campaña de José Luis Urióstegui Salgado, fue la de visitar cada calle y avenida de la localidad para escuchar de viva voz las demandas de los habitantes de Cuernavaca.

Lo que viene ahora para los morelenses es que su alcalde dé pronta respuesta a sus peticiones, con las cuales, ya trabaja para presentar su proyecto de gobierno para los siguientes tres años.