Es tal el desprestigio acumulado por quienes detentan esta profesión, que se les conoce como «abogánsters» o «plátanos»

Raúl García Araujo | @araujogar

Abogados Huizacheros. Esta expresión refleja el desprecio generalizado del presidente, Andrés Manuel López Obrador por esta profesión. Sin embargo, no los confronta un día sí y el otro también, como lo hace con los periodistas, para quien de manera falaz aplica «tabla raza» y los adjetiviza como corruptos.

Como en todas las profesiones hay personas malas y buenas, como está probado en el periodismo, en la abogacía es extremadamente difícil encontrar a uno honesto.

Desde el litigante más modesto o reconocido (?) hasta el abogado más encumbrado en los poderes judiciales locales o federal, pesan acusaciones o, por lo menos, señalamientos, de parte de quienes han padecido su actuación.

Se podría inferir que la academia es el lugar donde están los profesionales honestos de esta carrera, y quizás sí, sin embargo, ahí también campea su mala fama.

Es, desafortunadamente no poco común, escuchar en las aulas de escuelas y facultades de Derecho a profesores recomendar a sus alumnos algo parecido a lo siguiente: llevar en la bolsa o lado izquierdo de su pantalón, falda o bolsa de mano los centavos para sus gastos menores, y en el derecho los billetes, cada vez de más alta denominación, que van destinados a los ministerios públicos, secretarias, actuarios y juzgadores de diferente calado.»Depende el sapo, es la pedrada», rubrican los profesores sus recomendaciones.

Dinero que, por cierto, no es de su propiedad, sino que es aportado, a petición y/o exigencia expresa, por quienes requieren de los servicios de los abogados.

Qué tristeza, pero es un verdadero terror tener la necesidad de caer en las «garras» de un abogado porque su hambre de dinero es insaciable, succionan, como los vampiros de las películas de ese género, hasta la última gota de sangre a sus víctimas. «No tienen llenadera», diría el clásico desde las conferencias mañaneras.

Es tal el desprestigio acumulado por quienes detentan esta profesión, que se les conoce peyorativamente como «abogánsters» o «plátanos».

El primer calificativo no está sujeto a explicación, es más que claro, el segundo sí requiere una, y esta es que no hay uno derecho, como efectivamente no lo son, las bananas.

Y lamentablemente no son gratuitos esos adjetivos, casi en su generalidad, quienes pasan por sus manos, padecen sus actitudes gansteriles. Y nadie los mete en cintura, ni el presidente de la República, que a lo más que llega es a espetarles alguna que otra crítica o calificativo como el más reciente de «abogados huizacheros».

Sin embargo, poco les importan las críticas a estos.

Un abogado que renunció a su profesión por el ambiente de putrefacción en que se mueven sus colegas, fue el que confió a En Corto la anécdota de llevar los dineros en la parte izquierda del pantalón, falda o bolsa de mano.Él mismo nos aseguró «con profunda tristeza», que esas recomendaciones de profesores a sus alumnos, por desgracia, son una constante en las escuelas de Derecho.

Y verdaderamente es una tristeza, y al mismo tiempo, una calamidad, que, en épocas del PRI, del PAN y de Morena, esto no se corrija, es un mal endémico.

Es vergonzante cómo los litigantes tienen que corromper a secretari@s de los ministerios públicos para sacar alguna copia simple de algún documento, lo cual es obligación proporcionar; cómo tienen que corromper a los actuarios corruptos para que hagan una simple notificación, y de ahí para arriba, hasta los jefes de las mesas y los titulares de los ministerios públicos, todos son unos corruptos.

Cómo no les van a decir los plátanos a esta especie humana corrupta; son verdaderos garbanzos de a libra encontrar a uno o a una abogada que se conduzca con honestidad. Es de imaginarse con qué valores educan a sus hijos estos personajes de poca monta y nulos principios, pero con mucho dinero, hecho a costa del sufrimiento de sus clientes, que se deshacen de lo poco que tienen para poder pagar las corruptelas de los abogados.

Y de ahí para el real el mundo de la corrupción de la abogacía; no se diga en las notarías donde la corrupción está legalizada, cobran hasta por el saludo, tan solo por el poder de su firma, y a ellos el presidente no los toca, ni con el pétalo de una crítica. Ganan, como ministros o consejeros del INE, y cobran de manera exagerada por sus servicios, aún con sus dichosas jornadas notariales.

Y aparte, dejan cabos sueltos en sus trámites, para que la gente tenga que recurrir nuevamente a sus servicios o a los de uno de sus colegas.

Y en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ni se diga, no por nada el pueblo la conoce como la tremenda corte, sus resoluciones siempre alejadas de los más necesitados, es más, siempre en su contra, beneficiando a los que más tienen y que invariablemente están representados por abogados corruptos y traficantes de influencias.En fin, por eso el presidente los desprecia, a quienes considera un mal necesario, y por ello les receta el calificativo de abogados huizacheros.En Cortito: dedico estas modestas líneas para desear lo mejor para el año 2022 al director general de este proyecto, Raymundo Riva Palacio, a Eje Central y a usted, estimado lector, que se toma la molestia de leernos cada semana. Hago votos porque el 2022 sea un año repleto de salud, de dicha y prosperidad para ustedes y sus familiares. A todos, les mando un gran abrazo, a distancia.