Fueron liberadas las 16 personas, 13 mujeres y 3 hombres, cuatro menores de edad, que fueron detenidas durante la marcha del 8M en Monterrey, Nuevo León; antes, muchas de ellas, habrían sido golpeadas, amarradas y hasta mordidas 

Itzel Cruz Alanís | Twitter: @i_alaniis

Les rogué que no me mataran, que no me desaparecieran, me cuenta una de las 13 mujeres arrestadas por la Fuerza Civil de Nuevo León tras la protesta. Yo sólo acompañaba a mi esposa y a mi hija de tres años en la marcha por el Día Internacional de la Mujer, cuando comenzaron los golpes, intenté alejarlas del lugar y por eso me llevaron detenido, recuerda otro de los asegurados por la policía encabezada por Gerardo Palacios Pámanes. 

Cada una de las liberaciones se logró gracias a la empatía y la valentía de colectivos y agrupaciones feministas que siguieron minuto a minuto las arbitrariedades de la policía regiomontana. 

Las capturas comenzaron después de las 10 de la noche cuando ya se había retirado la mayoría de los participantes. Las puertas del Palacio de Gobierno fueron incendiadas alrededor de las nueve y quienes las hicieron arder ya no estaban, aseguran las organizaciones que han acompañado los casos. 

Agarraron a las y los que pudieron, a quienes entraron en shock, incluso a quienes habían asistido por primera vez a una marcha, precisa Valeria Macías, activista. 

Los padres, hermanos, parejas y amigos de quienes habrían sido golpeados por los equipos antimotines buscaron por horas a sus hijos en calidad de  desaparecidos, pues no se supo nada de ellos hasta que llegaron a la Agencia estatal de investigaciones de Gonzalitos, a unos 8 kilómetros de donde se estuvieron manifestando, en el centro de Monterrey. 

Ahí les negaron que estuvieran detenidas, pero las identificaron cuando las vieron ensangrentadas y con diversas lesiones bajando de los vehículos de la policía para ser trasladadas al baño. 

Las mujeres de no más de 25 años dicen que es un proceso difícil, pues cuentan el asombro que les causó ver a otras compañeras amarradas con cinturones, con las agujetas de sus tenis e incluso con los pañuelos morados y verdes con los que horas antes estuvieron protestando. Todo esto luego de ser arrastradas en medio de vidrios dentro del palacio de gobierno, donde estuvieron sometidas varias horas. Incomunicadas, sin luz, sin pertenencias. 

Relatan las burlas y los insultos con los que fueron tratadas por las y los uniformados. ¿Para que venían? Eso les pasa por protestar, les decían mientras les ponían los pies encima para que no se movieran. 

La joven que fue mordida no quiere dar declaraciones, pero aún con collarín llegó al congreso estatal para pedirle una explicación al titular de la Secretaría de Seguridad Pública, quien ante la presión social, prefirió no llegar a la sesión aprobada por mayoría de votos donde tenía que abordar el tema de la brutalidad policial de sus elementos.

Ahí se quedaron esperándolo las feministas quienes externaron su molestia porque al medio día del 8 de marzo habían presentado el proyecto 360, 34 puntos, entre ellos, la no criminalización de la protesta. 

Por la noche un escenario escabroso: varias manifestantes violentadas e ingresadas al mismo Palacio que les había abierto las puertas para “escucharlas”. 

Alternativas pacíficas es una organización de la sociedad civil que está dando asesoría a las víctimas. Nunca antes en una marcha habían visto una actuación policial como la de este año, menos las arbitrariedades permitidas a la fuerza civil que, según los protocolos, detuvieron a mujeres y hombres (no en flagrancia) por haber dañado mobiliario urbano con grafiti, golpes, ruptura de vidrios y quema de infraestructura. 

La mayoría de las jóvenes que, con miedo, me compartieron sus testimonios, prefirieron no dar nombres por temor a represalias en un estado donde las autoridades encargadas de proteger y sancionar dicen que las mujeres no desaparecen ni son asesinadas, que si les ocurren algunos de estos delitos es porque ellas se lo buscaron al salirse de su casa o por estar con el crimen organizado. 

Destaco la valentía de cada una de ellas: por supuesto que seguiremos marchando y cada vez con más fuerza, más conciencia y con más acompañamiento, aunque la policía reprima y no nos cuide. 

Fotos: Alejandra Pérez / ABC noticias