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La 4T no ha comprendido que a la sociedad no le interesa si las acciones de fulano o perengano (culpa) ocasionaron tal o cual problema.

Miguel Camacho  @mcamachoocampo

El pasado 11 de noviembre, el senador Luis Donaldo Colosio Riojas dijo:

“Yo creo que en el ejercicio del gobierno podrán existir cosas que no sean nuestra culpa, pero todas son nuestra responsabilidad…”

Traigo a colación lo anterior porque en la 4T parecen confundir el significado de culpa y responsabilidad. Cada que los mexicanos les pedimos —les exigimos— cumplir con su responsabilidad y solucionar, o al menos intentar solucionar, los problemas que aquejan al país, nuestros gobernantes se rasgan las vestiduras y dicen que ellos no provocaron la problemática.

Intentan explicar el presente con culpas ajenas, con villanos del pasado, por ejemplo, el expresidente Felipe Calderón, o con las acciones de un bloque conservador, neoliberal, fifí, cuyos integrantes cambian de acuerdo con las necesidades del momento. La culpa es historia; la responsabilidad es hoy.

La 4T no ha comprendido que a la sociedad no le interesa si las acciones de fulano o perengano (culpa) ocasionaron tal o cual problema. Lo que le  interesa es que quienes están en cargos públicos cumplan su responsabilidad y hagan lo que tengan que hacer para dar soluciones y no excusas.

En la vida personal tal vez uno pueda decir: “yo no fui”, “yo no sabía”, “a mí no me toca”. En el gobierno, esa frase no existe.

El cargo viene con una sola obligación: responder. Aunque no sea culpa tuya. Aunque no te guste. Aunque, quizá, sea injusto.

Gobernar es dejar de llorar lo que recibiste y empezar a arreglarlo. Es la chamba. Gobernar es dejar de convocar a mesas de diálogo —que, como las cumbres internacionales, casi nunca llevan a nada— y empezar a convocar a mesas de soluciones. Para excusarse no necesitas el poder; para gobernar sí.

La frase de Colosio Riojas me llamó la atención porque, en tiempos donde el discurso oficial reduce todo a un pleito con fantasmas del pasado, escuchar a un senador reconocer una distinción tan elemental me pareció inédito: la culpa es discutible; la responsabilidad, no.

Ojalá que los gobernantes lo entendieran.

Y ojalá más ciudadanos dejáramos de premiar al político que mejor se queja de lo que heredó, en vez del que mejor se hace cargo de lo que tiene enfrente.

Porque si algo nos ha demostrado la historia de este país es que México no necesita héroes: necesita adultos.

Y hacerse responsable —aunque no sea tu culpa— es, en política, el acto más adulto que existe.

EN EL TINTERO

Mientras en Ginebra el alto comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk, advierte que la inteligencia artificial podría convertirse en el “monstruo de Frankenstein” del siglo XXI, uno no puede evitar pensar que el verdadero experimento fallido no es la tecnología, sino la manera en que permitimos que unos cuantos la usen. No es la IA la que amenaza nuestras vidas : es la mezcla tóxica de poder corporativo, gobiernos temerosos y regulaciones hechas a medias.

El problema no es que la IA piense por nosotros, sino que decidamos no pensar frente a quienes ya están moldeando nuestro destino digital.