Su discurso revela lo que queda de su administración: una gestión hueca, sin logros que anunciar, sin rumbo y con un saldo sangriento que la persigue.
Raúl García Araujo @araujogar
El primer informe de gobierno de Silvia Margarita Villalobos Delgado, presidenta municipal de Teocaltiche, Jalisco, fue un monumento a la omisión. En medio de uno de los capítulos más sangrientos en la historia reciente del municipio, la alcaldesa prefirió adornar su discurso con frases de manual y excusas, antes que mirar de frente la tragedia que consume a su pueblo.
Habló de “retos enormes” en materia de seguridad, de presupuestos limitados, de gestiones con autoridades estatales y federales. Pero entre todas sus palabras no hubo ni un “lo siento” dirigido a las familias que han perdido a sus hijas, madres, hermanas y esposas en los feminicidios que hoy marcan a Teocaltiche como un territorio de dolor. Esa ausencia no es un descuido: es indiferencia.
Lo más grave es que esa indiferencia viene de una mujer en el poder. De alguien que, por género y por responsabilidad, tendría que estar encabezando la lucha contra la violencia feminicida en su municipio. Y sin embargo, el rostro que mostró fue el de la evasión. Ni un compromiso firme, ni una autocrítica, ni la más elemental empatía hacia las víctimas.
La lista de mujeres asesinadas en Teocaltiche en apenas ocho meses estremece: Jennifer Paola, de 16 años; Angélica Judith, madre de tres hijos; Cecilia Ruvalcaba, enfermera y regidora; Fabiola Iliana; Zugely Arely, agente vial de 26 años… y así hasta una docena de nombres que deberían cimbrar la conciencia de cualquier autoridad. En cambio, lo único que cimbró en el informe de Villalobos fue el vacío.
Su discurso revela lo que queda de su administración: una gestión hueca, sin logros que anunciar, sin rumbo y con un saldo sangriento que la persigue. Teocaltiche no necesita palabras bonitas ni justificaciones burocráticas: necesita justicia, seguridad y una autoridad capaz de ponerse al frente.
Hoy, lo único que puede presumir la presidenta municipal es la sangre derramada de gente inocente. Y eso, aunque intente esconderlo detrás de un atril, quedará marcado como la herencia de su gobierno.