Obispos y líderes religiosos denuncian la situación crítica en Chiapas y exigen a los violentos detener la destrucción de comunidades indígenas.
Desde San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, hasta Huehuetenango, en Guatemala, obispos y líderes religiosos han alzado la voz ante la escalada de violencia en varias comunidades indígenas del sureste de México. Los prelados han dirigido un contundente mensaje a quienes han sembrado el terror en estas regiones, demandando un alto a las atrocidades.
En una reunión celebrada en Panamá, los obispos Bernabé Sagastume, Álvaro Cardenal Ramazzini, Rodrigo Aguiar Martínez y Guadalupe Torres Campos redactaron una carta pública, destinada a los tres niveles de gobierno, al pueblo religioso y, por primera vez, a los perpetradores de la violencia.
En su pronunciamiento, los religiosos describieron cómo las comunidades de Chicomuselo, Comalapa, Amatenango, Jaltenango, Bejucal de Ocampo, Siltepec y Motozintla han sido transformadas en campos de batalla. Estos territorios son disputados por grupos criminales que imponen un régimen de terror sobre los pobladores.
Desplazo forzado
Según el documento, hombres de estas comunidades han sido obligados a servir en el frente, a cerrar caminos y a proteger los intereses de grupos armados. Las familias, por su parte, enfrentan un clima de miedo e inseguridad que nunca imaginaron vivir.
Los obispos señalaron que esta situación ha generado un desplazamiento forzado masivo. Miles de personas han huido de sus hogares para salvar sus vidas, mientras que otras son utilizadas como escudos humanos en una guerra que no les pertenece.
Los prelados denunciaron que las armas de alto calibre se han descargado contra aquellos que han luchado por defender la vida, la tierra y el territorio. Recordaron que estos defensores, inspirados por la Palabra de Dios, han sido vigías de la dignidad de sus pueblos, luchando incansablemente por su derecho a una vida digna.