Paola Schietekat logró huir de Qatar pues además fue sentenciada a pasar 7 años en prisión; la embajada no la ayudó

Una joven mexicana, que fue atacada sexualmente en Qatar, donde trabajaba, estuvo a punto de recibir 100 latigazos y estar en prisión por siete años por denunciar el delito del que fue víctima. Se trata de Paola Schietekat, quien denunció el caso en su redes sociales.

La joven mexicana trabajaba en Qatar dentro del Comité Organizador del Mundial de Futbol.

Según su relato, dijo que dentro de la comunidad latina, se hizo amiga de un sujeto, quien en junio de 2021 se introdujo al domicilio donde residía mientras ella dormía, lo cual el hombre aprovechó para violarla, aunque aseguró que ella luchó para evitarlo.

Luego de lo sucedido, Schietekat, quien además es internacionalista y politóloga, acudió ante las autoridades para exponer su caso, lo que nunca pensó es que la castigada sería ella.

Además denunció que la representación del gobierno mexicano en Qatar no hizo nada para ayudarla.

Autoridades qatarís culparon a la mujer por el delito de Zina (relaciones fuera del matrimonio), ya que su agresor aseguró que no la agredió y contó con su consentimiento pues eran pareja sentimental.

Paola Schietekat, narra que su agresor forcejeó con ella en la vivienda donde ocurrieron los hechos y la sometió en el piso dejándole moretones en el brazo izquierdo.

Sobre la sentencia, la abogada de Schietekat le recomendó, en concordancia con el representante legal del agresor, casarse con su abusador, a pesar de que un certificado médico corroboraba la agresión.

Paola Schietekat logró salir de Qatar, pero el proceso en su contra continúo y aunque su agresor también fue acusado del delito de Zina, al final fue absuelto y ella condenada a los 100 latigazos y siete años de prisión.

La joven logró salir del país, y denunció «indiferencia» de parte de las «instituciones» acerca de su caso. Recibió apoyo de periodistas y de otras personas.

“Nunca había respirado con más alivio que cuando me sellaron el pasaporte. En México, paró la adrenalina y empezó un proceso más lento, aunque igual de complejo y doloroso. El ¿y ahora qué?, las pesadillas, la reconstrucción de una torre de cartas que se derrumba a cada segundo, el arrepentimiento de siquiera haber denunciado, el castigo constante de haber escuchado al cónsul, quien, junto con toda la embajada se deslindó rápidamente del caso, y la decepción de no haber previsto que el caso podían revertirlo en mi contra, porque vivimos en un mundo que parece odiar a las mujeres”, afirmó.