Logo blanco Dominio Público

La operación policial masiva en Río de Janeiro fue dirigida contra el Comando Vermelho, una de las principales organizaciones criminales de Brasil

La operación policial más mortífera de la historia de Brasil, cobró la vida de al menos 132 personas en Río de Janeiro, informaron autoridades el miércoles, donde sus habitantes se alienaron en una calle con decenas de cadáveres recogidos durante la noche.

El recuento de la Defensoría Pública de Río fue más del doble de la cifra de muertos publicada el martes, cuando las autoridades estatales informaron de al menos 64 muertos, entre ellos cuatro agentes de policía. Las redadas iban dirigidas a una importante banda de narcotraficantes denominada El Comando Vermelho.

Las autoridades desplegaron movilizó 2 mil 500 agentes, helicópteros y vehículos blindados para capturar a los principales líderes de la organización.

El descomunal despliegue policial ha sido respondido con intensos tiroteos por los hombres del Comando Vermelho, que incluso han lanzado granadas desde drones sobre los agentes.

Horas después, el grupo criminal ha desplegado a sus miembros, que han cortado avenidas y calles con barricadas por toda la ciudad y por la zona metropolitana.

La operación policial se produjo días antes de que Río acoja actos mundiales relacionados con la cumbre de las Naciones Unidas sobre el clima conocida como COP30, entre ellos la cumbre mundial C40 de alcaldes que abordan el cambio climático y el Premio Earthshot del príncipe británico Guillermo.

El Comando Vermelho surgió en la década de 1970 en una prisión de Ilha Grande, durante la dictadura militar brasileña (1964-1985). Allí estaban recluidos presos comunes junto a guerrilleros de izquierda y disidentes políticos, lo que fomentó una alianza para protegerse de la brutalidad de los guardias y la violencia interna.

Lo que comenzó como un grupo de autoprotección, se convirtio en una banda dedicada a asaltos y robos bancarios. La milicia llamada “Falange Vermelha”, influenciada por ideales de justicia social, luego evolucionó hacia una estructura criminal organizada.

Ante este crecimiento, autoridades penitenciarias optaron por trasladar a sus líderes y repartirlos por diversas prisiones. Pero, lejos de desmantelar al grupo, ayudó a expandirlo por todo el sistema carcelario brasileño.

Su base siempre fue Río, donde iba consolidándose como la facción dominante del tráfico de drogas, principalmente la cocaína.