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Según el Registro Estatal de Personas Desaparecidas, en Teocaltiche hay 27 reportes activos en menos de dos años. Pero los vecinos aseguran que son muchos más. En este municipio, el miedo también desaparece las denuncias: la gente no confía en la autoridad, porque sabe que denunciar es inútil o peligroso.

Raúl García Araujo @araujogar

En Teocaltiche, Jalisco, el miedo dejó de ser noticia para convertirse en rutina. Las calles vacías, los comercios cerrados antes del anochecer y las familias atrincheradas tras rejas son el retrato de un pueblo que sobrevive entre el fuego cruzado y el abandono gubernamental.

El Estado se retiró. La ley no existe. Y los criminales dictan el orden.

Ha pasado más de una semana desde que Jaime Fuentes Cuevas, un joven carnicero de 32 años, fue levantado por un comando armado en pleno mercado municipal. A las cuatro de la tarde, a la vista de todos, hombres encapuchados lo sacaron por la fuerza, lo subieron a una camioneta blanca y huyeron escoltados por dos vehículos negros. Desde entonces, ni rastro, ni ficha, ni respuesta.

La Fiscalía de Jalisco se hizo la sorda, mientras el gobernador Pablo Lemus Navarro finge no ver.

Pablo Lemus, Gobernador de Jalisco

El caso de Jaime es solo una muestra del vacío de poder que devora a Teocaltiche. Las denuncias se apilan en las oficinas, los familiares tocan puertas que nunca se abren y los expedientes se llenan de polvo. La autoridad estatal reacciona tarde, mal o nunca.

Y cuando responde, lo hace con una frialdad que ofende.

La indiferencia institucional en Jalisco se volvió una forma de complicidad.

Mientras tanto, la presidenta municipal Silvia Margarita Villalobos sigue instalada en la negación.

Calla ante los asesinatos, evade las desapariciones y maquilla cifras para cubrir el desastre.

Mientras la población se encierra por miedo, la alcaldesa organiza funciones de cine al aire libre.

Teocaltiche

La frivolidad es su sello; la cobardía, su método de gobierno.

La historia del agente vial Alberto Mendoza Flores resume la tragedia: el 15 de julio, un grupo armado irrumpió en su casa, lo sacó frente a su esposa y se lo llevó. Nadie intervino. Nadie lo buscó.

Semanas después, el Ayuntamiento lo dio de baja por inasistencia, como si su secuestro fuera una falta al reglamento laboral.

Esa decisión —inhumana y miserable— exhibe el tamaño de la degradación política en Teocaltiche.

Su esposa, Martha Rodríguez, lo contó con dolor: “Les pedí que al menos me siguieran apoyando porque tengo a mi niña de 11 años, pero me dijeron que no.”

Esa es la respuesta de un gobierno que perdió la vergüenza.

Según el Registro Estatal de Personas Desaparecidas, en Teocaltiche hay 27 reportes activos en menos de dos años. Pero los vecinos aseguran que son muchos más. En este municipio, el miedo también desaparece las denuncias: la gente no confía en la autoridad, porque sabe que denunciar es inútil o peligroso.

Aquí se reza más de lo que se denuncia. Y se sobrevive más de lo que se vive.

El gobernador Pablo Lemus prometió pacificar Teocaltiche en 45 días. Pasaron meses, y el único momento en que reapareció fue cuando cinco sicarios murieron en un enfrentamiento con el Ejército.

Entonces sí habló.

Entonces sí se tomó la foto.

Entonces sí quiso presumir autoridad.

Pero cuando los desaparecidos se llaman Jaime, Alberto o Juan Diego, Lemus guarda silencio.

Solo hay paz en su propaganda.

Y la alcaldesa Villalobos no se queda atrás. En marzo, cuando se le preguntó por policías desaparecidos, respondió con desdén:

“Yo ahora sí que soy la presidenta municipal. Estamos checando que haya agua, que se recoja la basura… lo demás no es mi responsabilidad.”

No hay frase que describa mejor el tamaño de su indolencia.

Villalobos gobierna como si fuera encargada de servicios públicos, no como autoridad de un municipio sitiado.

Teocaltiche no necesita barrenderos políticos; necesita liderazgo, empatía y valor.

Mientras Lemus se toma selfies y presume modernidad, los Altos de Jalisco viven bajo fuego.

Mientras Villalobos reparte sonrisas en festivales, las familias buscan entre potreros y cañadas a sus hijos desaparecidos.

Teocaltiche no está en paz: está en guerra.

Y sus gobernantes, en vez de enfrentar a los criminales, se rindieron sin disparar un tiro.

No hay estrategia, no hay justicia, no hay Estado. Solo silencio, cinismo y simulación.

Pero el pueblo tiene memoria.

Y la memoria, cuando madura, se convierte en fuerza política.

Esa fuerza, la de las madres y los hijos que buscan, terminará por exigir cuentas a los que hoy callan.

Porque mientras Pablo Lemus y Silvia Villalobos sigan gobernando con discursos huecos y promesas incumplidas, Teocaltiche seguirá siendo el retrato más descarnado del fracaso del Estado en Jalisco.

 

En Cortito: Nos cuentan que el alcalde de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado, no solo administra; corrige décadas de desatención y abuso laboral.

Su gobierno avanza en la solución de un rezago histórico: la incorporación de jubilados, pensionados e incapacitados al Instituto de Crédito para los Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado de Morelos, restituyendo derechos que habían sido negados por administraciones anteriores incapaces de cumplir con sus obligaciones.

El tesorero municipal, Javier Arozarena Salazar, confirmó que, tras la aprobación del Cabildo, a partir del 26 de octubre, mil 336 trabajadores en retiro recibirán el alta en el Instituto. Es un paso concreto que demuestra que, bajo Urióstegui, la política no se limita a promesas: se traduce en resultados tangibles para quienes sostienen al municipio con años de servicio.

Este avance es resultado de una gestión que enfrentó y liquidó una deuda histórica con dicho Instituto de 101 millones de pesos, con 55 millones pagados por el Ayuntamiento y 46 millones mediante quita de intereses. La disciplina financiera se convierte en herramienta para la justicia social, dejando en evidencia la diferencia entre un gobierno responsable y las administraciones pasadas que dejaron a los trabajadores en el abandono.

Con estas medidas, Cuernavaca se posiciona como un ejemplo de gobierno eficiente, justo y comprometido con su gente. José Luis Urióstegui Salgado demuestra que liderar es asumir responsabilidades, corregir errores históricos y garantizar que la política pública sirva a quienes han dedicado su vida al municipio, recuperando la confianza ciudadana donde otros solo dejaron promesas incumplidas.