Debemos dejar de usar las urnas para premiar un discurso bonito o una imagen amable y llevar a la presidencia a alguien capaz
Miguel Camacho | @mcamachoocampo
En México estamos ya en plena campaña presidencial. López Obrador se encargó de abrir la carrera presidencial con una anticipación inusitada. Con el balazo de salida comenzaron a surgir los nombres de los suspirantes. Por el lado del oficialismo Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la CDMX; Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, y Adán Augusto López, secretario de Gobernación.
Aunque oficialmente aún está dentro del partido oficial, pero en la práctica ya tiene un pie afuera, el senador Ricardo Monreal también ha expresado su interés por participar en la contienda.
Por el lado opositor Ricardo Anaya, Enrique de la Madrid y recientemente Beatriz Paredes manifestaron abiertamente su interés por participar en los comicios presidenciales de 2024.
Dejemos a un lado las consideraciones legales, las especulaciones y el «sospechosismo». Lo invito a que juntos pongamos el desorden.
¿Qué le parece si a los ilustres mexicanos que buscan presidir el país les preguntamos sus motivos para postularse? No se valen respuestas como:
“Conozco al país y sus problemas y estoy preparado (a) para enfrentarlos con el apoyo de la ciudadanía…”“Me he preparado toda mi vida para esta responsabilidad y estoy lista (o) si el voto de los mexicanos me favorece…”“Soy un (a) convencido (a) del trabajo del presidente y voy a dar continuidad a su extraordinaria labor…”“Voy a corregir el rumbo del país y a transformarlo realmente…”
Es hora de que los mexicanos tomemos las riendas de la política nacional y que les hagamos a quienes se postulan al cargo de presidente (y a todos los de elección popular) una verdadera entrevista de trabajo en la que conozcamos sus fortalezas y las oportunidades que con ellas puede generar para el desarrollo de México.
Pero también de cada suspirante, perdón, aspirante, debemos conocer sus debilidades y las consecuencias que pueden traer para el desarrollo del país.
Debemos dejar de usar las urnas para premiar un discurso bonito o una imagen amable y bonachona y llevar a la presidencia a alguien con la capacidad necesaria para guiar al país y que no abrace a gente indeseable.
PD. Si algo está quedando claro es que en este gobierno vale más ser cuate del presidente, que hacer bien el trabajo. Ejemplo de lo anterior es el nombramiento de la nueva secretaria de Educación que, si bien es profesora de profesión, tiene años y felices días alejada de las aulas. Una pregunta: ¿Por qué no trajo de Nueva York a Juan Ramón de la Fuente para este encargo? ¿Será porque el doctor De la fuente es una gente pensante y no un florero?






