Pongamos el desorden | Sinaloa despertó

Pongamos el desorden | Sinaloa despertó

Lo que el gobernador Rocha no quiere entender es que los sinaloenses ya le perdieron la confianza, si es que alguna vez se la tuvieron

Miguel Camacho @mcamachoocampo

Sinaloa despertó, la gota que derramó el vaso fue el asesinato de un padre de familia junto a sus hijos de nueve y doce años respectivamente. Miles salieron a las calles la semana pasada con dos demandas: la pacificación de la entidad y la renuncia del gobernador Rocha Moya.

Ciertamente el estado no se puede pacificar con un chasquido de dedos, pero a los sinaloenses, que a diario reciben noticias de un bloqueo, de un tiroteo, que no pueden salir a las calles o llevar a sus hijos a la escuela, la paciencia ya se les acabó, de ahí las manifestaciones de los días recientes.

La estrategia seguida por los gobiernos federal y estatal no está dando resultado. Datos publicados por el INEGI, no de un organismo neoliberal, señalan que la percepción de inseguridad en la entidad se disparó llegando a 90% en Culiacán y a 60% en Mazatlán.

Ante la situación caótica en la entidad, el gobernador Rocha y su equipo se ha mostrado poco empático, evasivo y con declaraciones poco afortunadas, como la más reciente, en la que afirmó que no renuncia porque el enemigo no es él, sino la delincuencia organizada.

Lo que Rocha no quiere entender es que los sinaloenses ya le perdieron la confianza, si es que alguna vez se la tuvieron.

Rocha debe dejar su lugar a una persona valiente y que encabece la lucha de los sinaloenses por apagar la hoguera de violencia que está consumiendo la entidad.

EN EL TINTERO

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, fue por lana y salió trasquilado. El fin de semana en un “arrebato” de nacionalismo se puso al tú por tú con el presidente Trump y rechazó la llegada de dos aviones estadounidenses con más de un centenar de ciudadanos colombianos deportados desde Estados Unidos.

La respuesta de Washington fue inmediata. La administración Trump anunció la imposición de aranceles, la suspensión de visas a funcionarios del gobierno de Colombia, entre otras restricciones migratorias.

Cómo resultado de las amenazas, el gobierno de Petro dobló las manitas y aceptó las reparaciones sin chistar.

Lo sucedido con Colombia es claro que para enfrentarse a Trump no sirven las bravatas.