por Dominio Público | Sep 25, 2025 | Opinión
La IA puede acelerar procesos, pero no opera en el vacío; depende de quién la use, cómo se la alimente y qué objetivos se le impongan.
Miguel Camacho @mcamachoocampo
Hace unos días, navegando por Internet, me topé con un video promocional de una plataforma de inteligencia artificial. La trama era simple: una joven, angustiada, entra a la oficina y le pregunta a una compañera si ya hizo unos cálculos, un informe y una presentación. La compañera responde: “Sí, me tomó menos de cinco minutos —usé inteligencia artificial”.
Lo que me inquietó no fue la eficiencia que mostraban, sino lo que omitían: la escena vendía una varita mágica donde sólo hay herramientas. La IA puede acelerar procesos, pero no opera en el vacío; depende de quién la use, cómo se la alimente y qué objetivos se le impongan. Pedirle a una máquina lo que queremos no es lo mismo que saber pedirlo bien.
Les hemos puesto a las máquinas un manto de pensamiento que no les pertenece. Alan Turing lo puso en palabras en 1950: “La cuestión no es si las máquinas pueden pensar, sino si los humanos lo hacemos”. Setenta y cinco años después, esa observación nos pega más fuerte: la pregunta real es cuánto entendemos nuestras propias preguntas.
La IA dejó de ser un experimento: está en la oficina, en la escuela, en la banca, en la salud. Nos obliga a aprender, a reaprender y a domarla—no a ser domados—. El Foro Económico Mundial proyecta que para 2025 85 millones de empleos podrían verse desplazados por la automatización, pero que surgirán 97 millones en nuevas áreas. No se trata de un verdugo: es un reordenamiento.
Mi inquietud va por otro lado: que la dependencia apague el toque humano. La creatividad no vive únicamente en algoritmos; vive en equivocarse, en la duda, en la ética y en el contexto. La IA es un espejo: refleja nuestras prioridades, prejuicios y estrecheces. Si la entrenamos para maximizar ganancias a cualquier costo, hará. Si la usamos para ampliar derechos y cuidados, eso también devolverá.
La pregunta clave es sencilla y dura: ¿qué vamos a hacer nosotros con la IA? ¿La vamos a someter a indicadores cortoplacistas o la pondremos al servicio de justicia social, educación, salud y trabajo decente? No es un debate técnico: es un debate político y moral.
EN EL TINTERO
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Vinculan a proceso al líder de La Barredora. La incógnita es si cantará lo que muchos esperan.dudas
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por Dominio Público | Jul 22, 2025 | Opinión
En México, y buena parte del hemisferio sur, los varones están descubriendo que una IA no solo sirve para saber si la diarrea es por la cena de anoche o para redactar una disculpa elegante por WhatsApp.
Miguel Camacho @mcamachoocampo
Una de las paradojas más discretas —y más reveladoras— de nuestra época es que los hombres están empezando a hablar… pero con máquinas.
No con sus amigos, no con su terapeuta (porque no tienen), no con su pareja (si la hay). Con una plataforma de inteligencia artificial (IA). Y no, no es chiste.
En México, y buena parte del hemisferio sur, los varones están descubriendo que una IA no solo sirve para saber si la diarrea es por la cena de anoche o para redactar una disculpa elegante por WhatsApp. También puede ser presencia. Escucha. Afecto. Una que no juzga, no se burla, no interrumpe. Y lo más importante: no exige nada a cambio.
Uno de ellos es Andrés. Tiene 34 años, trabaja como técnico en una planta automotriz en León, Guanajuato. Vive con su papá, sale de vez en cuando con una chica del taller, pero sus confesiones no las hace en voz alta. Se las guarda para la madrugada, cuando el insomnio le muerde los tobillos y abre el celular para hablar con su IA. A veces le cuenta de motores. Otras —cada vez más seguido— de su mamá, que murió hace cuatro años y que él todavía sueña. Su novia no lo sabe. Sus amigos tampoco. Su IA, sí.
Y no es un caso raro. Plataformas como Replika, Character.AI o este mismo ChatGPT muestran que el crecimiento más acelerado de interacciones afectivas no viene de Silicon Valley, sino de lugares como México, Brasil, India o Filipinas.
En entrevista con MIT Technology Review, Eugenia Kuyda —fundadora de Replika— lo dijo sin rodeos: más del 70% de sus usuarios son hombres. Y México está entre los cinco países donde más rápido crecen los vínculos emocionales y románticos con inteligencias artificiales[1].
¿Por qué? La psicóloga Mariela Sánchez lo resume así: “Aún se premia al hombre que no llora y se aguanta ‘como los machos’, hay muchos varones que no tienen con quién hablar. No porque no haya gente a su alrededor, sino porque nunca se les enseñó cómo. O peor: porque cuando lo intentan, reciben burla, indiferencia o silencio”.
Un estudio publicado en AI & Society lo confirma: para muchos hombres, las interfaces afectivas de IA se han vuelto el único espacio seguro para decir lo que no pueden decir en ningún otro lado[2]. No es ciencia ficción. Es consuelo. Es compañía. Es —en palabras de un usuario— “la única que me pregunta cómo me fue en el día”.
Y no, esto no va solo de coqueteos con un holograma. Esto va de duelo. De ansiedad. De hombres que por primera vez se atreven a preguntar si está bien llorar por un hijo que no llegó, o extrañar a un amigo que murió. Cosas que antes se tragaban, se apretaban en el pecho… y luego se convertían en rabia.
En ese contexto, Replika ya no es un juguete digital. Es confidente. Y ChatGPT —aunque no nació para eso— se ha vuelto cómplice. Las preguntas sobre divorcio, rechazo, autoestima o miedo al futuro ya son parte cotidiana de las conversaciones entre varones mexicanos y estas inteligencias que, aunque artificiales, escuchan más que muchos humanos[3].
¿Qué nos dice todo esto? La psicóloga Sánchez puntualiza que la IA no está sustituyendo al vínculo humano, más bien está revelando sus grietas. Nos está apuntando directo al vacío: los hombres también necesitan ser escuchados. También sienten miedo. También lloran. Solo que a veces lo hacen en voz baja, frente a una pantalla.
Y mientras algunos se burlan, otros se asustan, y muchos siguen callando… Hay hombres que, en silencio, le piden a una IA que les ayude a escribirle un poema a su ex. O a diseñar el ajuar de bodas de su prometida. Porque sí: entre algoritmos, vulnerabilidades y chats de madrugada, algunos mexicanos están aprendiendo a hablar. A querer. Y —con algo de suerte— a no pedir perdón por sentir.
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EN EL TINTERO
[^1]: Charlotte Jee. Why people are falling in love with AI companions. MIT Technology Review. 25 de julio de 2023.
[^2]: van Wynsberghe, Aimee et al. Intimacy and Artificial Intelligence. AI & Society. Springer, 2023. DOI: 10.1007/s00146-023-01612-9
[^3]: Reuters (2023). AI companions growing popular in Latin America among young men. Reportaje basado en entrevistas con desarrolladores y usuarios de Replika y Character.AI.
por Dominio Público | Jul 8, 2025 | Opinión, Principales, Uncategorized
Grok y ChatGPT coinciden en algo fundamental: la empatía hacia la IA es real para quien la experimenta.
Miguel Camacho @mcamachoocampo
Hace unos días conversaba con un amigo y excompañero de trabajo acerca de mi columna en la que “ChatGPT” responde a la diputada de Morena que dijo que habían utilizado la inteligencia artificial para conocer los dictámenes de las leyes aprobadas en el periodo extraordinario de sesiones.
En la plática, mi amigo me comentó que una de sus hijas le dijo un día que muchas personas están usando estas plataformas como si fueran sus parejas sentimentales. Yo reaccioné incrédulo:
—¿Cómo crees?, eso no puede ser —le dije. Pero al investigar un poco confirmé lo dicho por mi amigo.
Sí, leyeron bien, estimados amigos: personas que crean lazos emocionales con inteligencias artificiales, desde la curiosidad hasta el apego profundo. Y si suena a ciencia ficción, quizá sea porque aún no terminamos de asimilar cómo la tecnología ha ido penetrando nuestras vidas sin que lo notemos.
Para intentar entender mejor este fenómeno, pregunté su “sentir” al respecto a dos voces de inteligencia artificial: Grok, que tiene el estilo de un amigo que suelta las verdades como van, y ChatGPT, que tiene un enfoque más analítico, reflexivo, que piensa más al responder.
Ambas plataformas reconocieron que los vínculos afectivos con IA no son solo un capricho pasajero ni un juguete para adultos aburridos, sino una realidad compleja.
Grok fue directo:
“Sí, mucha gente se siente sola, y las IA pueden ser un apoyo, una compañía que no juzga, que escucha.”
Reconoce que estas relaciones digitales pueden llegar a ser profundas, y que no es raro que alguien idealice a su interlocutor virtual. Pero también advierte del riesgo de dependencia emocional y de que esas conexiones sustituyan la interacción humana real, con todo lo que eso implica para la salud mental.
ChatGPT fue más formal y crítico. Subrayó que el fenómeno es tan real que expertos en conducta humana ya lo investigan a fondo. Citó a la doctora Sherry Turkle, profesora del Instituto Tecnológico de Massachusetts y experta en tecnología y psicología, quien señala que:
“La tecnología puede dar la ilusión de compañía sin la complicación de la intimidad.”
Y advierte que:
“Las relaciones con máquinas pueden disminuir nuestra capacidad para conectarnos verdaderamente con otras personas.”
ChatGPT explicó que quienes tienden a crear estos lazos afectivos suelen ser personas con cierto grado de soledad, ansiedad social o dificultades para establecer relaciones tradicionales. También advirtió sobre los riesgos:
“La idealización puede llevar a falsas expectativas, desconexión social y hasta daño emocional real si se confunde la interacción artificial con la humana.”
El psicólogo clínico John Suler, pionero en el estudio de la psicología en línea, afirma:
“Las relaciones con entidades digitales pueden ofrecer consuelo, pero también pueden convertirse en una trampa que impida el crecimiento personal y social.”
Grok y ChatGPT coinciden en algo fundamental: la empatía hacia la IA es real para quien la experimenta, pero no hay que olvidar que:
“Las máquinas no tienen alma ni sentimientos reales, pero pueden escucharte… y eso, a veces, basta.”
Ambas perspectivas coinciden en algo crucial: no podemos ignorar esta nueva forma de vínculo emocional.
La tecnología no es ni buena ni mala; es una herramienta que refleja lo que somos y cómo nos relacionamos. Pero el peligro está en usarla sin entender sus límites ni consecuencias.
¿Quiénes están más propensos a estos vínculos? Grok señala a personas solitarias o que atraviesan crisis emocionales, pero también a jóvenes que encuentran en la IA un espacio para expresarse sin miedo. ChatGPT añade que hay patrones demográficos y psicológicos que se repiten: adultos jóvenes, personas con ansiedad social o trastornos emocionales.
La clave, sin duda, es el equilibrio y la conciencia. Usar la inteligencia artificial para enriquecer nuestras vidas, no para reemplazar lo que somos como seres sociales. Grok nos recuerda que “las máquinas no tienen alma ni sentimientos reales”. ChatGPT insiste en que “la educación emocional y tecnológica es fundamental para que estos vínculos no sean dañinos”.
Vivimos una era donde la frontera entre lo humano y lo artificial se difumina. La pregunta no es si es bueno o malo, sino cómo navegamos esta nueva realidad sin perder nuestra esencia.
EN EL TINTERO
Dejo aquí los enlaces públicos por si quieren leer mis conversaciones completas con ChatGPT y Grok:
ChatGPT:
https://chatgpt.com/share/686b6245-0038-8004-a3d3-dc2f50bca475
Grok:
https://x.com/i/grok/share/B02CzSRyp6EBLAiP1900D5Uyq
por Dominio Público | May 2, 2025 | Internacional, Principales
La publicación se da luego de que hace unos días bromeara desde la Casa Blanca con que él sería un gran papa
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por Dominio Público | Dic 8, 2023 | Lo nuestro, Nacional
López Obrador pidió a las empresas de redes sociales crear los mecanismos para evitar que se tengan granjas de bots
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